La tecnología y la ciencia nos han venido ayudando en numerosas cuestiones. Su objetivo es hacernos la vida más cómoda y mejorar al máximo su calidad. Sin embargo, hay un lado muy negativo que desde la revolución industrial suele traer consigo un desarrollo tecnológico y científico: la contaminación.
La contaminación afecta a nuestros ríos, nuestros bosques, nuestra atmósfera, nuestro suelo y por supuesto también a nuestros alimentos. Sin duda todos tenemos constancia del debate abierto entre los que apoyan a los alimentos transgénicos y lo que se niegan profundamente. Y es que desgraciadamente, y aunque no tendría por qué ser así, cuanto más se desarrolla la ciencia y los avances tecnológicos, parece que el hombre se distancia y aísla más de su hábitat natural. No siendo consciente entonces de que está «echando a perder su casa» y con ello su futuro y el de sus descendientes.
Sin embargo, frente a la tendencia de aceptación de los productos generados de forma industrial por parte de la mayoría de la sociedad, cada vez son más las personas que se van haciendo conscientes de que los tratamientos industriales de los productos no nos permiten disfrutar de todos los beneficios de los alimentos, y en algunos casos no son beneficiosos a la larga para nuestra salud.
Es por ello, que cada día más gente se conciencia de buscar una alternativa alimenticia mucho más saludable. Así se origina algo que últimamente se está poniendo muy de moda: la agricultura biológica.
En la base de este tipo de agricultura no nos encontramos nada nuevo. Realmente lo que se busca es mejorar la calidad de los alimentos que ingerimos evitando los productos químicos y las transformaciones industriales en ellos para ingerirlos así lo más naturales posible, tal y como hacían nuestros ancestros.
Además, a mayores, la agricultura biológica busca también cuidar los suelos en los que se trabaja, evitando el agotamiento temprano de la tierra debido al abuso de elementos químicos y la sobrecarga.
Es por lo tanto una agricultura muy beneficiosa para el medioambiente y para los seres humanos.
De esta manera, todos los productos obtenidos a través de este tipo de agricultura han sido cultivados y recogidos sin intermediación de ningún producto químico de síntesis como herbicidas, abonos químicos, insecticidas, etc.
Sin embargo, sí se permiten algunos productos naturales para combatir alguna plaga o enfermedad en la planta. Entre ellos el más conocido es la Rotenona. La Rotenona es un insecticida obtenido del extracto de una planta tropical llamada Derris que no es tóxica para los seres humanos. Esta planta era utilizada por los indígenas como cebo para pescar, puesto que era tóxica para ellos, pero no contaminaba de ningún modo al ser humano.
La aplicación de la Rotenona debe realizarse en horas en las que no le dé el sol al producto mientras se esparce, pues puede alterar su composición. Tampoco se puede echar en días de lluvia porque como es un producto que se degrada muy fácilmente se pierde.
La aceptación de la agricultura biológica cada día es mayor y se comenta que es el futuro de la alimentación. No se puede seguir contaminando la tierra y la atmósfera con productos de síntesis que tardan demasiado tiempo en degradarse. Además debemos mejorar la calidad de la alimentación humana.
Hoy en día se están haciendo estudios sobre los efectos de la alimentación industrial en el cuerpo humano y en concreto se habla de una posible relación, por ejemplo, con la disminución y peor calidad de los espermatozoides del hombre. También se están elaborando hipótesis sobre la función disruptora hormonal de los productos químicos con los que se tratan los alimentos industriales. Y es que es muy posible que ciertas sustancias utilizadas imiten químicamente a las hormonas, engañando así a las glándulas que las trabajan.
Así pues, si tenemos la opción de acudir, aunque sea sólo para algunos productos, a una tienda de alimentación ecológica; estaremos aportando nuestro granito de arena en el cuidado de la naturaleza y beneficiando positivamente nuestra salud.
